El inventor del diálogo (Cuento)

Cuando Dios hizo al hombre y a la mujer, se quedó muy contento de cómo los había hecho. Hacer el mundo en siete días había sido difícil, pero el resultado era tan bueno… y pensando así se fue a descansar. Cuando volvió el día octavo, con gran sorpresa encontró a la primera pareja hablando a la vez muy enfadados.

– “Qué bueno que viniste, Dios – dijo Adán – ¡Tengo un problema inmenso!”.

Bueno, tú dirás, – dijo Dios.

Es Eva, esa mujer. Tú sabes que soy buena gente, que con los animales ningún problema, todo el día panitas, paseos por el Edén, ya sabes… ¡Pero esta mujer es una cabezota! todo el día estamos… ¡discutiendo!

– ¿Discutiendo?

Eso, «discutimos», “peleamos – dijo Eva que estrenaba nueva hoja de parra – pero por culpa de ese bueno.para.nada de Adán.

Dios estaba sorprendido: – ¿Y qué es “pelear”?

– Bueno, lo que ves: Yo digo que vamos a la montaña y ella que al río…

– ¡Porque tú no te bañas nunca y hueles como un bisonte!

– ¡Y tú quieres ir allá para ver a tu amiguita la culebra esa!

¡La culebra! ¡El árbol del bien! ¡EL PECADO! Ahora entendía. Dios agachó la cabeza triste. Qué poco había durado la paz en el Edén. ¡El ser humano lo había echado todo a perder! Y ante la invención de la disputa, en su inmensa Trinidad de amor, había que inventar algo nuevo, empezar el plan de salvación.

OK, OK, muchachos, -Intervino Dios muy serio- esto es lo que haremos: La serpiente va castigada, por supuesto; y ustedes dos y sus hijos tienen que asumir responsablemente las consecuencias…peleas, discordia, mentira, celos, egoísmo… y apenas acabamos de empezar. Pero dentro de 198.000 años voy a enviar al Salvador y…

¿Y mientras tanto? ¿Hasta entonces nada de ayuda? – Respondieron los dos con cara de susto, por una vez de acuerdo en algo.

Dios se detuvo a pensar. Tenían razón. El desastre de la discordia necesitaba de una fuerza opuesta para mantener algo del sabor de la armonía original. Había que completar el plan. Lo que había que hacer sería…
¡Ya está! Les voy a dar una fuente de paz, …Y desde hoy mismo empiezo a enviar a mi Hijo. Él es la Palabra, y se encarnará en sus palabras cuando las usen para superar “peleas”: hablar, ponerse de acuerdo, pedir perdón….
¡Oh! ¿Y cómo se llama eso?
Muy sencillo. Lo llamaré… ¡DIÁLOGO!

Y desde entonces Dios se encarna todos los días en tu diálogo constructivo, en las palabras a las que les abres el corazón y las que dices desde ahí mismo. Dios está encarnado en el diálogo que sostiene el amor.

Nota: El dibujo es un borrador hecho con InkScape. La representación de palabras es la nube generada a partir de este blog con http://www.wordle.net/ .